¿Alguna vez te has sentido como una superwoman tratando de hacer malabares combinando  el trabajo, la familia y un negocio? Yo sí. Recuerdo unas cuantas noches, sentada en mi escritorio en horas de la madrugada, rodeada de papeles y con una taza de café té fría. Mis dos  pequeñas durmiendo  plácidamente en la habitación de al lado, mientras yo estudiaba para una certificación importante y al mismo tiempo pensaba en cómo organizaría mi día siguiente. La sensación de culpa, de no ser capaz y cansancio me invadía. ¿Cómo podía ser una buena madre y una buena empresaria al mismo tiempo?

El síndrome del impostor me acechaba constantemente. A pesar de mis logros, sentía que no era lo suficientemente buena, que en cualquier momento descubrirán mí “fraude”. Y el burnout, esa sensación de estar completamente agotada física y mentalmente, era mi compañero inseparable.

Fue en ese momento de crisis cuando decidí que necesitaba un cambio. Me di cuenta de que no podía seguir así.Necesitaba un plan, una hoja de ruta que me guiara hacia mis objetivos. Y así fue como entendí que no bastaba tener una gran idea, necesitaba un plan.

Al principio, la idea de crear un plan de negocios me abrumaba. Pensaba que era algo solo para grandes empresas, algo que yo, como una pequeña emprendedora, no necesitaba. Pero me equivocaba. Un plan de negocios no es solo un documento formal, es una herramienta poderosa que te permite organizar tus ideas, establecer metas claras y medir tu progreso.

Al comenzar a trabajar en mi plan, me di cuenta de que no estaba sola. Muchas otras mujeres emprendedoras se enfrentaban a los mismos desafíos. El miedo al fracaso, la falta de tiempo y el síndrome del impostor eran obstáculos comunes en nuestro camino. Pero también descubrí que, juntas, podíamos superar cualquier obstáculo.

Crear mi plan de negocios fue un proceso terapéutico. Me permitió conectar con mi «yo» más profundo, definir mis valores y establecer metas realistas. Al visualizar mi negocio en el futuro, sentí una oleada de motivación y esperanza.

Hoy, puedo decir con orgullo que mi empresa está creciendo y he logrando un equilibrio entre mi vida personal y profesional. Y todo gracias a ir más allá de la gran idea y establecer un plan que me ayudó a organizar mis pensamientos, establecer objetivos específicos con base en mis circunstancias, recursos y alcance, poniendo en práctica todas mis herramientas y con el foco y concentración en lograr cada uno de mis objetivos.

Antes de terminar quiero mostrarte claramente los beneficios que significa tener un plan para emprender:

  • Claridad y enfoque: Sabrás exactamente hacia dónde vas y podrás tomar decisiones más acertadas.
  • Organización: Tendrás todo lo que depende de ti bajo control, desde tu tiempo, tus  finanzas y  hasta tu estrategia de marketing.
  • Motivación: Ver tu plan por escrito te dará un impulso extra para seguir adelante, incluso en los momentos más difíciles, cada vez que cumplas algún objetivo o avances en alguna tarea, sentirás ese shot de dopamina y endorfina que te impulsa a continuar en acción.
  • Adaptabilidad: Aunque parezca contradictorio, un plan te permite ser flexible. Al anticipar posibles obstáculos, podrás adaptarte a los cambios que pueden surgir y que no están bajo tu control

Si tú, como yo, te sientes abrumada por las responsabilidades y los miedos, te invito a que te tomes un momento para reflexionar sobre tu situación. ¿Qué te impide alcanzar tus metas? ¿Qué ideas tienes guardadas en un cajón? Recuerda diseñar tu plan  puede ser la clave para desbloquear tu potencial y convertir esa idea en tu gran negocio.

¡No estás sola! Muchas mujeres emprendedoras han recorrido este camino antes que tú y han salido victoriosas. Yo soy una de ellas, y estoy aquí para apoyarte.

¿Estás lista para dar el siguiente paso? Contáctame y te acompaño en este emocionante camino.